En El Confidencial acaban de publicar fragmentos de una entrevista que me hicieron recientemente sobre el subsidio de desempleo: Los que no quieren trabajar y la mujer de 69 años con artrosis que se metió a albañil. En el artículo María Blanco también comenta sobre el mismo tema.
Copio la entrevista entera para mayor contexto y matices:
La responsabilidad surge de tomar tus propias decisiones. El Estado del Bienestar controla de forma directa el 40% de la economía nacional y de forma más indirecta, a través de regulaciones, el resto. En otras palabras: en muchos ámbitos no permite que tomemos nuestras propias decisiones. Y la gente se acomoda a esta situación. Pierde práctica en el ejercicio de su responsabilidad. La mentalidad emprendedora, trabajadora, meritocrática, es sustituida por la mentalidad funcionarial, subvencionada, parasitaria. La redistribución horizontal a escala masiva que tiene lugar bajo el Estado del Bienestar (yo pago tu seguridad social y tú pagas la mía) implica que todos pagamos las facturas de todos y nadie tiene incentivos para salirse del sistema y pagarse las facturas por sí mismo. La cultura del esfuerzo está siendo reemplazada por la cultura de los derechos sociales. Pero el desempleo no es única ni principalmente un problema cultural, también es un problema de falta de oportunidades, por las rigideces del mercado laboral, las trabas a la creación de empresas y otros obstáculos institucionales.
2. ¿Habría que vincular las prestaciones por desempleo a la búsqueda activa de empleo o a la mejora de la formación? ¿O habría que limitarlas o suprimirlas?
El objetivo último debería ser suprimir estas prestaciones. En lugar de endeudarse para consumir la gente debería ahorrar para contingencias como la pérdida de empleo. Pero, ¿por qué íbamos a hacerlo teniendo el subsidio de paro garantizado? ¿Acaso no pagamos religiosamente nuestra cuota a la seguridad social? Son los incentivos perversos del sistema. Al final lo que encuentras es un montón de gente que realmente no se pone a buscar trabajo hasta que se le agota el paro. Si el paro durara seis meses más, tardaría seis meses más en buscarlo. Por tanto no es que cobre el paro porque no encuentra trabajo, es que no lo busca porque cobra el paro. Por eso cualquier reforma en la dirección de vincular la prestación a la búsqueda activa de empleo de una forma más rigurosa y por un tiempo más limitado es un paso en la buena dirección.
De todos modos, una cosa es el incentivo perverso que produce el subsidio de desempleo y otra la falta de oportunidades en el mercado laboral. Si suprimiéramos el subsidio la mayoría de parados tampoco lograrían encontrar trabajo, simplemente porque no lo hay. Por tanto un recorte del subsidio debería ir acompañado de una reforma estructural que fomentara la creación de oportunidades laborales.
3. ¿No hay más empresarios en España precisamente porque encuentran demasiados factores que disuaden de emprender?
Emprender ya de por sí es arriesgado. Si a ello le sumamos los costes adicionales que impone el Estado en forma de impuestos, regulaciones, negociación colectiva etc. en muchos casos no salen las cuentas. Yo soy empresario desde hace cuatro meses. A mí me salen las cuentas pero puedo imaginarme muchas situaciones que pondrían mi negocio al borde de la quiebra o directamente me hubieran disuadido de empezarlo. Por ejemplo, tengo dos trabajadores a tiempo completo y dependo de su trabajo. No puedo permitirme una baja por maternidad o por depresión. Si eso pasa, la empresa se hunde. Tampoco puedo permitirme vagos o gente que no rinde como espero. No obstante, si decido despedir a un trabajador porque no rinde como yo tenía previsto y está poniendo en peligro la continuidad del negocio, tengo que pagarle indemnización por despido improcedente. Ya me lo dijo el gestor: "en la práctica no hay despidos procedentes". Es decir, es "improcedente" que intente sacar adelante mi negocio.
4. ¿Cómo podríamos remediar esta situación? ¿Cuál sería el factor clave para que los parados dejasen de serlo?
El trabajo tiene un precio y se vende en el mercado como cualquier otro bien. El precio es el conjunto de costes que el empresario paga por el trabajador (salario, cotización a la seguridad social, indemnizaciones, liberados sindicales etc.). Si el precio sube, los empresarios contratan menos. Si el precio baja los empresarios contratan más. Lo que no va a hacer un empresario es contratar a un trabajador que produce menos de lo que le cuesta. Por tanto, a corto plazo habría que abolir regulaciones que inflan el coste de la contratación. Por ejemplo, suprimir o reducir la indemnización por despido, o permitir que trabajadores y empresarios puedan salirse de los convenios colectivos y acordar sus propias condiciones. Estas medidas permitirán que buena parte de los parados encuentren ocupación, aunque sea por un salario menor y en sectores poco productivos. A largo plazo un desempleo estructural como el español requiere una reconfiguración de la estructura productiva para atender a las necesidades reales de los consumidores, nacionales y extranjeros. El capital y los trabajadores tienen que abandonar los actuales sectores moribundos, alimentados por la burbuja del banco central, y afluir a otras ramas productivas. Para ello se necesita un clima favorable a la inversión, tanto en capital físico como en capital humano: tasas altas de ahorro, bajos impuestos, certidumbre legal, ausencia de rescates de industrias y empresas fallidas, y un sistema educativo de calidad que forme a los profesionales que el mercado demanda.
Hace algunas semanas también me entrevistó Alberto Medina Méndez para su programa radiofónico Existe Otro Camino, difundido en Argentina. Aquí tenéis la entrevista, en dos partes. Gracias Alberto.