Guillermo Dupuy escribe una réplica a mi artículo matizando varios puntos. Estoy, en esencia, de acuerdo con casi todo. Copio dos párrafos:
En ese caso, la posibilidad efectiva de que cada padre pueda escolarizar a sus hijos en el idioma de su preferencia podría suponer una generalizada agresión a los contribuyentes en forma de aumento de impuestos o endeudamiento. Y es que otorgar ese poder efectivo a los padres en el actual sistema educativo supondría por parte de la administración y para cada centro escolar la construcción de nuevas aulas y la contratación de profesorado capaz de enseñar en tantas lenguas –incluido el chino– como se dieran a elegir a los padres. (...)
Aunque estoy abocado a ello, no puedo afirmar con fundamento que prefiero un sistema de completa elección de lengua en la enseñanza sin saber a ciencia cierta su repercusión en mis impuestos, deficiencia de cálculo en todo sistema socializado. Por ello, creo que la libertad lingüística hay que reivindicarla en el marco de la libertad de enseñanza, en un marco donde cada centro escolar tenga autonomía financiera y pueda hacer libremente su oferta educativa –incluyendo la lengua o las lenguas en qué se va a enseñar– y dejando a los padres que elijan el centro para sus hijos sin perder por ello una "gratuidad" que pagan con sus impuestos. Aunque el llamado bono o cheque escolar, cuyo importe fija la autoridad pública, tenga sus defectos, garantiza mucha mayor libertad de elección y es incomparablemente mejor a un sistema en el que la autoridad pública determina cómo, dónde, qué y en qué lengua se ha de enseñar.
Tres observaciones breves:
- Si habiendo suficiente demanda para el estudio de una lengua no-oficial (por ejemplo, el inglés) se rechaza su inclusión en el currículum por los costes administrativos que acarrea, podría rechazarse la elección de la enseñanza en una lengua oficial si eso incrementa los costes. En Galicia, apunta Raúl Vilas, quizás la libertad de elección saldría más barata que el modelo bilingüe de Feijóo, pero en Cataluña la transición a un modelo de libertad de elección partiendo del escenario uniforme actual elevaría los costes. Hay a veces un trade-off entre libertad de elección y costes en el sistema público. Es cierto que la libertad de elegir idioma encaja más en un sistema de cheques o, mejor, de exenciones fiscales (aquí y aquí)
- No creo que Galicia Bilingüe, o en general los españoles que defienden la libertad de elección solo de lengua oficial en Galicia y en Cataluña, lo hagan por razones económicas ("si se permite la elección de lengua no-oficial aumentarán los costes administrativos"). A la mayoría les parece lógico el argumento de que alguien venido de fuera de España no tiene derecho a escolarizar a sus hijos en una lengua materna distinta al castellano, pero cuando un catalán o un gallego utiliza un argumento similar (aunque retorcido, véase mi artículo) para con los españoles venidos de fuera de Cataluña, entonces es cuando hablan del derecho a estudiar en la lengua materna y la libertad de elección.
- Este debate me ha servido para considerar una posibilidad que rara vez se contempla cuando se propone la libertad de elección: el modelo no tiene por qué ser dicotómico ("o bien una educación exclusivamente en castellano, o una educación exclusivamente en catalán"). De hecho creo que esta dicotomía contribuye a oponer un idioma al otro (y a sus respectivos defensores), cuando en realidad podría darse a elegir una tercera opción bilingüe como la que ahora quiere imponerse en Galicia. No me extrañaría que incluso llegara a ser, en Cataluña, más popular que una enseñanza monolingüe en castellano o en catalán.