These attacks and the surveillance they have uncovered--combined with the attempts over the past year to further limit free speech on the web--have led us to conclude that we should review the feasibility of our business operations in China. We have decided we are no longer willing to continue censoring our results on Google.cn, and so over the next few weeks we will be discussing with the Chinese government the basis on which we could operate an unfiltered search engine within the law, if at all. We recognize that this may well mean having to shut down Google.cn, and potentially our offices in China.
La controversia en torno a la presencia de Google en China no es nueva. Yo tengo mis dudas de que Google deba marcharse, y no me pareció mal que empezara a operar en China en las circunstancias en que lo hizo. Allister Heath, que se congratula de la decisión de Google, casi me convence con sus matices:
This is not a general argument against Western firms operating in, or trading with, China. Quite the contrary: ordinary Chinese folk have gained immeasurably from free trade and the huge investments made by Western firms in their country. China’s economic boom, which began when it opened up and started embracing property rights, has taken more people out of poverty more quickly than anything any other country has ever achieved. The wages paid to Chinese workers by multinationals are almost invariably much higher than the local going rate.
But in a few cases Western companies should resist dealing with China, which remains a totalitarian and aggressive state with no regard for the rights or liberties of its citizens. No foreign firm should ever use slave labour, for example, engage in corruption or actively help the government to persecute dissidents. It is hard to know exactly where to draw the line – but the compromises Google has been forced to make have become increasingly difficult to justify ethically.
No obstante, ¿mejora la decisión de Google la situación de la mayoría de chinos, que ahora no podrán hacer uso de sus servicios? Desde la perspectiva del chino de a pie, más vale tener acceso a un Google sujeto a censura que no tenerlo en absoluto. El boicot puede tranquilizar la conciencia de la compañía (y no lo digo como si fuera trivial: la línea que separa la sumisión a un mandato de la colaboración en el crimen es a veces muy fina), pero también limita aún más las posibilidades de millones de personas oprimidas por el mismo gobierno. Hay un tradeoff que a menudo pasa desapercibido, y una posible defensa ética de ceder al chantaje para beneficiar a la gente en la medida de lo posible dadas las circunstancias. También cabe la posibilidad de que el boicot de Google ejerza presión sobre el gobierno chino y eso redunde en una menor censura o intromisión en futuras operaciones, lo cual sí beneficiaría a la mayoría de chinos.
En cualquier caso, Google es consciente de este tradeoff desde el principio, lo que me hace confiar en la sensatez de su decisión:
We launched Google.cn in January 2006 in the belief that the benefits of increased access to information for people in China and a more open Internet outweighed our discomfort in agreeing to censor some results. At the time we made clear that "we will carefully monitor conditions in China, including new laws and other restrictions on our services. If we determine that we are unable to achieve the objectives outlined we will not hesitate to reconsider our approach to China."
Si Google decide marcharse es que tiene buenas razones para pensar que el tradeoff no compensa. Y así, mi respuesta es lo que decida Google.
Vale la pena leer este artículo en el Wall Street Journal sobre el tema: The China Calculation, de Joseph Sternberg.
Actualización: Enrique Dans sobre la noticia:
En este tema, he tenido oportunidades de hablar tanto con directivos de Google como con activistas y ciudadanos chinos, además de, en ocasiones, la interesante posibilidad de discutir en clase contando con ambas partes: directivos de Google y ciudadanos chinos. Mi impresión es, en primer lugar, que en el creciente desencuentro entre Google y el gobierno chino tiene mucho que ver la salida de Kai-Fu Lee, una pieza clave en la adaptación de Google a la cultura china y en el delicado interfaz con la compleja legislación del país. La habilidad negociadora de Kai-Fu Lee permitió, entre otras cosas, que Google haya operado durante más de tres años en China como un motor de búsqueda infinitamente menos censurado que el resto, extremo que pude comprobar en mis búsquedas desde dentro del país: por norma general – y siendo como soy, por supuesto me dedicaba a “torturar” al motor pidiendo información especialmente “provocativa” – los resultados aparecen en la página, si bien resultan inaccesibles cuando se hace clic sobre ellos (un problema derivado no de la actividad de Google sino de la mítica Great Firewall) o bien, en caso de ser censurados, se informa a los usuarios de tal práctica mediante un mensaje en la parte inferior de la página. Sin embargo, a pesar del bajo nivel de censura practicado (el menor con gran diferencia de todas las compañías occidentales que operan en el país) y de no poder ofrecer determinados servicios para evitar almacenar información de sus usuarios que pudiese ser reclamada judicialmente por el gobierno en su lucha contra la insurgencia, la actividad en China de Google siempre ha sido una causa de malestar para muchos ejecutivos de la compañía, incluyendo al mismo Sergey Brin.
Dans apunta que Google se ha convertido en un símbolo para 80 millones de usuarios, lo que puede redundar en presiones y protestas contra el gobierno.
La estrategia de Google ha sido entrar en el país, crecer, convertirse en un elemento de influencia, hacerse fuerte en el país, y ahora, utilizar esa fuerza para intentar generar un cambio en China. A estas alturas, se puede garantizar que la decisión de Google de abandonar China resulta cualquier cosa menos indiferente para el gobierno chino, y que pone a éste además en una complicada situación.
Artículo en The Economist: Google and China. Flowers for a funeral.