Eduardo Robredo pone la sinceridad de los antiabortistas en tela de juicio: El debate sobre el aborto y la "filosofía de la sospecha" (Pascual González hizo lo mismo: ¿Creen los antiabortistas lo que dicen que creen?).
Si los antiabortistas creen realmente que el aborto es un crimen horrendo, frecuentemente vinculado -vía ley de Godwin- con otros episodios históricos de crueldad colectiva (el Holocausto, en particular); entonces, en último término, incluso el asesinato de los médicos abortistas, o de los politicos promotores del aborto, podría estar más que justificado, a la manera como lo hubiera estado el asesinato de Hitler o de los impulsores de la "solución final". Sin embargo, exceptuando a los elementos más radicalizados y pintorescos, la mayoría de los militantes antiaborto emplean la prudencia moral común y no consideran moralmente permisibles este tipo de medidas. (...)Si realmente es el caso que la vida humana merece una protección especial desde el momento de la concepción, entonces sería razonable esperar que el movimiento "provida" se preocupara mucho más por las consecuencias morales del aborto espontáneo. Los militantes antiaborto deberían tomarse mucho más en serio los argumentos que ha planteado Toby Ord. Si es el caso que el embrión goza de un estatuto moral comparable al del ser humano adulto, entonces el aborto espontáneo de 226 millones de embriones debería originar una gran conmoción moral colectiva. En realidad, como argumenta el mismo Ord, el aborto espontáneo debería plantearse como el mayor reto ético que actualmente tiene la humanidad.
Jesús Zamora hacia referencia al mismo argumento en una entrada suya anterior:
Si para los antiabortistas el aborto masivo es un problema mucho menor que un auténtico asesinato masivo orquestado desde el gobierno, tiene que ser por alguna razón. La razón, sospecho, es que, en el fondo de su corazoncito, están convencidos de que, aunque el embrión y el feto pueden tener cierta 'dignidad', NO TIENEN REALMENTE tanta dignidad como una persona ya nacida.
En mi réplica a la entrada de Pascual admitía la tensión, especialmente aguda en mi caso:
No voy a negar que esta tensión existe. De hecho en mi caso puede que incluso sea más acentuada: me veo incapaz de reivindicar una pena dura para una mujer que aborta un embrión (se me hace difícil reclamar una pena que implique la cárcel), pese a ser partidario de la cadena perpetua y aceptar la pena capital para los homicidios comunes.
Pero luego disputaba sus conclusiones proponiendo diversas analogías.
¿Creían los antiesclavistas lo que decían creer? ¿Y los defensores de los derechos de los animales?
En el pasado se ha discriminado y atentado contra los derechos más elementales de distintos colectivos (infieles, negros, mujeres, homosexuales). Había minorías, avanzadas para su época, que se opusieron a aquella injusticia pero tampoco actuaron en consecuencia. Tomemos el caso de la esclavitud en Estados Unidos. Una fracción de la población era contraria a la esclavitud y consideraba que los negros tenían derecho a vivir en libertad. Sin embargo, muy pocos estaban dispuestos a luchar violentamente en pro de esa causa o (más importante) justificaban el derecho de los negros a rebelarse contra sus amos o defendían su liberación mediante el uso de la fuerza. La posición intelectual de aquellos abolicionistas pacifistas era la misma que la de la sociedad actual, y sin embargo sentían unos escrúpulos con respecto al uso de la violencia que nosotros hoy no sentiríamos. Probablemente el uso y la costumbre en un determinado contexto, el hecho de que se considere normal un comportamiento que solo unos pocos desaprueban y que la mayoría practica sin genuina mala fe, pesa también sobre el juicio moral y la actitud de esa minoría disidente. Al fin y al cabo el abolicionista en un contexto en el que la esclavitud está normalizada podría estar defendiendo la violencia contra sus amigos, familiares, conocidos etc. algo que resulta tremendamente conflictivo a nivel emocional. Los defensores de los derechos de los animales se encuentran en la misma tesitura, lo mismo que los anti-abortistas. La cuestión es: ¿somos los anti-abortistas esa minoría (o mitad de la sociedad) avanzada para su época que siente escrúpulos al defender la violencia contra una práctica normalizada? ¿Tendrán las futuras generaciones, en caso de ganar la causa anti-abortista la batalla intelectual, menos remordimientos a la hora de aplicar penas duras contra al aborto y perseguirlo como un crimen deleznable? Es posible, pero tampoco estoy seguro de que este sentimiento de "desproporcionalidad" entre el aborto y las penas duras para los abortistas venga modulado por la costumbre y llegue a extinguirse algún día.
¿Por qué hacer sufrir a un cerdo o degollar a un mono nos perturba más que pisar a una hormiga, si a ninguno le concedemos un derecho a vivir?
Reconocemos los mismos derechos a un mono o a un cerdo que a una hormiga, esto es, ninguno. Pero ver sufrir a un mono o a un cerdo nos resulta muy perturbador, mientras que matar hormigas es un juego de niños. Podemos aplastar hormigas nosotros mismos, pero pocos estaremos dispuestos a cortarle el cuello a un mono o a un cerdo. La pregunta que introduce este planteamiento es si los escrúpulos y la reacción emocional al uso de la violencia contra un ser vivo dice algo sobre el status de sus derechos o es simplemente el resultado instintivo y éticamente irrelevante de la semejanza física superficial con el ser humano.
Si todas las personas tenemos los mismos derechos, ¿por qué nos afecta más la muerte de un familiar que la de un desconocido?
No nos produce la misma impresión el asesinato de una persona mediante violencia explícita (cuchilladas) que el asesinato mediante una inyección letal, y sin embargo consideramos idénticos ambos crímenes. No nos afecta igual la muerte de un familiar que la muerte de alguien que no conocemos, y no obstante concedemos a ambos los mismos derechos.
Vemos, por tanto, que no hay una correspondencia precisa entre nuestros escrúpulos morales o sentimientos instintivos y nuestra concepción del derecho a la vida o la libertad.
No estoy seguro de cómo se resuelve la tensión de los antiabortistas, pero mientras los partidarios del derecho al aborto no den una respuesta convincente al porqué de esas otras tensiones que menciono (de las que probablemente son partícipes) no creo que su argumento pueda emplearse de forma concluyente.