Desde hace varias semanas preguntaba en las encuestas del lateral si, en el caso hipotético de que emigrarais a Cataluña (y la Administración no os obligara a aprender el catalán), lo aprenderíais por vuestra cuenta o harías que vuestros hijos lo aprendieran. Estos son los resultados, aunque no estoy seguro de que muchos hicieran abstracción de las políticas de inmersión lingüística tal y como pedí:
En mi opinión, la respuesta a ambas preguntas, sobre todo a la segunda, debería ser "sí". Sintetizo mis razones:
- En general entiendo que un inmigrante de otro país o región debe adaptarse mínimamente a las costumbres y a la lengua de la comunidad local en la medida en que la interacción requiere que uno de los dos se adapte al otro. Si el inmigrante no va a salir de los confines de su propiedad quizás no hay ningún motivo por el cual tenga que adaptarse a nada ni nadie, pero como seres sociales acostumbramos a relacionarnos con las personas de nuestro entorno y me parece irrespetuoso que el inmigrante no haga, en el contexto de esa interacción, ningún esfuerzo por acomodarse a los hábitos de los demás y en cambio espere que sean los demás los que se acomoden a él.
- Hay varias circunstancias que me llevan a matizar el párrafo anterior: muchos inmigrantes tienen otras prioridades, como es proveer de bienestar a su familia antes que aprender bien la lengua o lenguas de una comunidad, sobre todo cuando la comunidad es bilingüe y el inmigrante ya se desenvuelve en una de ellas. La dificultad y la prevalencia de la lengua local, así como la importancia que para los locales tiene esta lengua, también me parecen factores a tener en cuenta a la hora de plantearse el aprendizaje de una lengua autóctona.
- Los puntos 1 y 2 intentan responder a una pregunta que todas las comunidades o naciones se plantean por necesidad: ¿quién tiene que adaptarse a quién: los inmigrantes a nosotros, o nosotros a los inmigrantes? La interacción exige un denominador común y alguien (o ambas partes) tiene que facilitarlo. El denominador común, no obstante, puede ser tenue, una adaptación de mínimos (aprender el idioma local y poco más). En el extremo opuesto, la pregunta puede responderse en el sentido de que los inmigrantes (o sus hijos) deben integrarse completamente a la cultura local: abandonar sus creencias, sus costumbres, su lengua etc. Entremedio hay toda una escala de grises. Mi posición personal se acerca más a la integración de mínimos: aprender el idioma local y algunas costumbres formales. Es, al fin y al cabo, la integración que yo practicaría si emigrara a países con una cultura muy distinta a la mía (y toleraran la diferencia). Me parece bien que un inmigrante quiera conservar su cultura y costumbres si nos encontramos a mitad del puente y podemos comunicarnos y coexistir amigablemente. Me aburre el igualitarismo, mientras que la diversidad y los contrastes me parecen uno de los rasgos más atractivos de las urbes cosmopolitas (no me imagino viviendo en ningún otro sitio). En el terreno de los valores, creencias y estilos de vida, también aprecio la diversidad en general pero no todo vale. Hay extremos que, aunque tolero, aborrezco y espero que se acaben extinguiendo (el fundamentalismo religioso, por ejemplo). Pero aquí ya no estamos hablando de integración como muestra de respeto a la comunidad, pues mi juicio de esos valores no es contingente al hecho migratorio: deseo que estos valores retrógrados se extingan aquí y allí.
- En el contexto de Cataluña considero que los inmigrantes, nacionales o extranjeros, deberían aprender el catalán y el castellano para poder interactuar con la gente local sin que ésta tenga que hacer el esfuerzo de cambiar sus hábitos. No espero que bailen "sardanes", que coman "pa amb tomàquet" ni que vayan a misa. Que cada cual haga básicamente lo que quiera. Pero ellos tampoco pueden esperar que la comunidad autóctona los acoja con simpatía si ésta no percibe un gesto de aproximación y respeto hacia su cultura.
- Ninguno de los puntos anteriores lleva implícita la coacción estatal en forma de inmersión lingüística en la escuela o exámenes de entrada para los inmigrantes extranjeros. Estoy en contra de toda imposición del Estado en el ámbito cultural o lingüístico, ya que el uso de la violencia solo me parece legítimo en defensa de la integridad física o la propiedad privada del individuo. La cultura es también un mercado, y es mejor que opere sin imposiciones y distorsiones artificiales. La integración de los inmigrantes debe promoverse desde la sociedad civil, y normalmente la presión asimiladora del mercado laboral y la industria cultural basta para que adquieran ese denominador común indispensable para desenvolverse en la comunidad. Si la presión del mercado no es suficiente para fomentar una determinada lengua (como podría ser el caso del catalán) sus valedores tendrán que suplementar la presión del mercado con sus esfuerzos, por ejemplo, con una actitud consciente y activa de utilizar el catalán en la mayoría de interacciones (tal y como propongo en esta entrada: Vivir en catalán). De la misma forma que las ONGs, las fundaciones y otros ejemplos de activismo voluntarista juegan un papel suplementario al mercado con ánimo de lucro allí donde éste se queda demasiado corto.
Algunos quizás criticarán mi punto 4 arguyendo que una persona venida de otra región española no necesita aprender el catalán para interactuar y por tanto nadie debería esperar un esfuerzo adicional por su parte para integrarse en la cultura autóctona. El problema es que la crítica al punto 4 solo puede hacerse coherentemente si uno sostiene el punto 5 pero rechaza el punto 1. Esto es, alguien que no cree que el Estado deba fomentar o imponer ninguna lengua a los que vienen de fuera de la comunidad, y que además es indiferente a los esfuerzos de los inmigrantes por adaptarse. No hace falta decir que muy poca gente mantiene estas dos posiciones.
Todos los que están de acuerdo en que los inmigrantes de fuera del país deben adaptarse míninimamente a la cultura autóctona (al menos en lo que respecta al idioma) deberían estar al menos de acuerdo con 4 y sostener que la gente que se desplaza a Cataluña de otras regiones de España debería (sin que se la obligase desde la Administración) aprender el catalán porque también forma parte esencial de esa cultura autóctona (o al menos procurar que sus hijos lo aprendieran). Lo que para España es el castellano, para Cataluña es el castellano y el catalán.
Pero muchos de los críticos del punto 4 que están de acuerdo con el punto 1 (adaptación básica de los inmigrantes) no están de acuerdo con el punto 5, y en consecuencia su autoridad para criticar 4 es cuestionable. Muchos de quienes critican que en Cataluña se imponga el catalán a los que vienen de otras partes de España no tienen ningún problema en imponer el castellano a los que vienen de fuera de España. De hecho no es nada extraño encontrarse con nacionalistas que condicionarían la entrada o la naturalización de inmigrantes al dominio del castellano, y por supuesto nadie protesta porque en las escuelas públicas españolas se utilice el castellano y no el idioma que elijan los padres llegados de fuera. Los que así piensan protestarán diciendo que los inmigrantes vienen de otro Estado, mientras que los españoles que se desplazan a Cataluña no son en rigor inmigrantes, pues Cataluña forma parte de España y el castellano es idioma oficial también en Cataluña. Pero esta réplica evade la pregunta de por qué los inmigrantes llegados a España tienen que adaptarse. ¿Es porque se trata de "otro Estado"? ¿O es porque la nación o comunidad cultural a la que inmigran tiene una lengua y costumbres distintas? La segunda respuesta no viene condicionada por las fronteras políticas de un Estado. ¿Acaso si Cataluña fuera independiente pasarían a considerar justo que la Generalitat impusiera únicamente el catalán en las aulas? ¿Si la Unión Europea llegase a ser un Estado sostendrían que España deja de tener derecho a imponer el castellano a los inmigrantes (y defenderían la imposición del inglés o el alemán)? Los que creen que el Estado tiene la obligación de imponer el conocimiento del castellano a los que vienen de fuera de España deberían defender que la Generalitat imponga el conocimiento del catalán y del castellano a aquellos que vienen de otras partes de España o del extranjero. Si no me equivoco, eso es exactamente lo que defiende Juan Carlos Girauta: la imposición del bilingüismo en la enseñanza catalana, en lugar de permitir que los padres puedan elegir una educación exclusivamente en castellano o en catalán. Discrepo con Girauta por las razones expuestas en 5, pero al menos su postura coherente: en cada comunidad hay que fomentar desde el Estado la cultura propia del lugar.
Muchos nacionalistas catalanes en realidad no lo ven de manera muy distinta, como vengo argumentando en otros artículos. Para ellos las políticas de inmersión lingüística son un ejercicio de "discriminación positiva", no un intento de perseguir o extinguir el castellano. Así, el Estado español debe imponer el castellano a los inmigrantes, pero la Generalitat debe promover solo el catalán, porque el castellano se aprende en la calle, en el patio, en los medios etc. y no necesita protección. De nuevo, yo estoy en contra por las razones expuestas en 5, pero aquellos que comparten las premisas de este punto no están tan lejos de los nacionalistas catalanes como ellos creen.